martes, 27 de febrero de 2007

Un ciclista al que no echaremos de menos

Jan Ullrich ha anunciado su retirada definitiva de la práctica del ciclismo profesional. Los últimos escándalos de dopaje en los que se ha visto envuelto han supuesto una pesada losa que el ciclista teutón no ha podido superar. Los tentáculos de la Operación Puerto han apresado a Ullrich de tal manera que le han forzado a decir ‘Auf Wiedersehen’.

Siendo objetivos, conviene afirmar que nos deja uno de los ciclistas más completos y con mejor palmarés de la última década (Tour de Francia’97, Campeón del Mundo CRI, Vuelta a España’99, Oro en JJ.OO. de Sydney…), aunque el ciclista alemán pasará a la historia por coincidir en el tiempo con una de las leyendas del ciclismo: Lance Armstrong (no en vano, quedó en tres ocasiones segundo del Tour por detrás del norteamericano).

A pesar de su magnífico palmarés, en los últimos tiempos Ullrich no había aportado nada al maltrecho mundo del ciclismo. De hecho, se había convertido en el blanco de sospechas de dopaje y apenas se había hablado de él por sus éxitos en la carretera. Vaya por delante que toda persona merece la presunción de inocencia y no pretendo criticar a Ullrich sin saber si es culpable o no por las prácticas dopantes sobre las que se le acusa.

No obstante, si que nos encontramos que el currículum extra-deportivo del ciclista alemán no es precisamente propio de un angelito: en 2002, Ullrich chocó su Porsche contra un aparcamiento de bicicletas y posteriormente se comprobó que conducía con una tasa de alcohol mayor a la permitida; en junio de ese mismo año, el alemán dio positivo por anfetaminas y reconoció haber consumido éxtasis (como consecuencia, fue sancionado seis meses y expulsado del equipo Telekom); en junio de 2006, el T-Mobile le suspendió por figurar su nombre implicado en la lista de la policía en la conocida Operación Puerto…

Llegados a este punto, pesa sobre el alemán una sospecha de dopaje de la que todavía no se ha dictado un veredicto. No me gustaría que se me tachara de oportunista por hacer leña del árbol caído, pero me niego a reconocer que al que en su día se le bautizó como sucesor de Miguel Indurain pueda pasar a la historia como uno de los mejores ciclistas que ha dado este deporte. Así que, aunque a muchos les duela, por muchas exhibiciones que haya podido protagonizar o por muy vibrantes duelos que nos haya podido brindar, yo no voy a echar de menos a Jan Ullrich en las carreteras esta temporada…

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Pues lo siento mucho, pero yo a Jan Ullrich sí que lo voy a echar de menos. No ha sido santo de mi devoción durante todos estos años, pero hay que reconocer que se le echaba en falta en las ediciones del Tour en que no participó. Es más, su presencia en la carrera da aun mas prestigio a las victorias de Lance Aamstrong, al qual sí que no voy a echar de menos.
Ala, un saludo!

Anónimo dijo...

El periodismo se refiere así a la carrera de Ullrich: se habla más de los puntos oscuros de su trayectoria que de los grandes momentos que ha dado a este denostado deporte que es el ciclismo. Pero tampoco espero otra cosa, ni me hace falta.

En cambio, las leyendas del ciclismo le alaban, como Eddy Merckx ("se ha perdido un gran nombre") o Miguel Induráin ("es una pena", "una trayectoria impecable", "uno de los pocos de mi época", "creo que físicamente quizá era superior a Armstrong, pero Lance tenía una mentalidad más competitiva"). 'Miguelón' nunca ha ocultado su admiración por el genial corredor alemán, es alguien que sabe de esto y sabe quién es Ullrich. El propio Armstrong se descubrió ante el fenómeno de Rostock catalogándolo como su "más temible rival", reconociendo que fue su mayor motivación en carrera para conseguir sus Tours.

En lo que a mí respecta, lo primero que puedo decir es lo imposible que me resulta describir lo que este monstruo del ciclismo me ha transmitido a lo largo de todos estos años (desde 1996, la primera vez que lo vi, cuando me impactó tremendamente). Esos sentimientos son los que realmente importan y los que se quedan grabados a fuego en mi memoria y, aunque suene cursi, en mi corazón. No he logrado aún asumir que ya nunca volveré a ver su majestuosa silueta sobre una bici destacando inconfundible entre el pelotón, y no me vale lo de 'ya vendrán otros': para mí, no volverá a haber otro como él.

Apodado 'Der Kaiser', Jan Ullrich es probablemente la mayor fuerza de la naturaleza que ha gozado la historia del ciclismo, un desencadenado talento precoz forjado a base de entrenamientos inhumanos desde la niñez que se comió el mundo por momentos. Jamás vi a un ciclista mover esos desarrollos brutales con tal agilidad de pedaleo y sin aparente dificultad -cuando estaba en forma. Era algo tremendo, insultante, maravilloso. Un auténtico fenómeno capaz de superar dos gravísimas lesiones en la rodilla derecha en 1999 y 2002 que le pusieron contra las cuerdas. Particularmente complicada fue la de 1999, que le apartó del Tour y a punto estuvo de retirarle (su hermano Stephan, que también fue ciclista, debió retirarse por una lesión idéntica). Pero, afortunadamente, volvió a tiempo para ganar la Vuelta de ese mismo año. Como dato que refleja su formidable potencial, a este portento le bastaba con forzar la máquina el último mes o mes y medio antes del Tour para tomar la salida, soltar una carrera excepcional y rozar la victoria, mientras los demás aspirantes, que entrenaban duro todo el año, no podían sino ver su dorsal en la lejanía. Todo un prodigio.

Su sublime elegancia sobre la bicicleta -las manos sujetas a la maneta del freno, los brazos hacia fuera doblados casi en un ángulo recto y sus poderosas piernas estirándose y doblándose, descubriendo una masa muscular inigualable- le otorgaba una sensación de fortaleza e indestructibilidad que no he visto en ningún otro ciclista. Corredor completísimo, daba la sensación de ir en trono subiendo los puertos; como se dice popularmente, y en más de una ocasión escuché en boca de voces autorizadas, 'tenía una clase que se la pisaba'. Y es que el 'kaiser' alemán ha ganado todo tipo de carreras: de 1 día, de 5 días, de 1 semana, de 2 semanas, de 3 semanas, al esprint, en contrarreloj (largas o cortas), en montaña... Un todoterreno sin límites.

En las contrarrelojes, era poseedor de una posición aerodinámica innata (a él nunca le hizo falta acudir al famoso túnel del viento) que, unida a su grandiosa potencia, le llevaba a destrozar a sus rivales, siempre que estuviera en plena forma. Era un maestro total de la especialidad y, si no estaba en condiciones, o ganaba sin alardes o se quedaba cerca. Por si a alguien se le ha escapado el dato, fue el único ciclista que derrotó a Miguel Induráin en una contrarreloj del Tour de Francia desde que éste ganó su primera 'Grande Boucle'. Fue en la crono final del Tour '96, metiéndole un minuto al campeón navarro. Contaba 22 años y terminó segundo en aquel Tour, el de su debut. Al año siguiente, con 23, lo ganó y demostró que era capaz de vencer tanto en las contrarrelojes (algo que ya se sabía) como en la montaña, dando exhibiciones como la de Arcalís (Andorra, Pirineos), donde dejó 'tirados' a dos escaladores de tronío como Richard Virenque y Marco Pantani, obteniendo una diferencia final de casi diez minutos respecto al segundo clasificado, el mismo Virenque (algo prácticamente impensable en el ciclismo moderno, en el que todo está mucho más controlado). A esas edades, Armstrong era doblado en las cronos y su fisonomía de triatleta apenas le permitía arrastrarse en cuanto la carretera se empinaba.

Un solo día de infamia -la increíble pájara que sufrió camino de Les Deux Alpes en la edición de 1998 y de la que se aprovechó el 'Pirata' Pantani- arruinó el que hubiera sido su segundo Tour consecutivo (finalizó segundo) y, quién sabe, tal vez las que habrían sido las primeras rampas de su ascensión meteórica al olimpo ciclista.

Esos 'hubiera sido' y 'habría sido' son una constante en el análisis de su carrera, como ocurre con tantos otros genios que no nos ofrecieron todo el potencial que guardaban en su interior. En algunas ocasiones, incluso, no le dejaron. Por ejemplo, se presentó en la salida del pasado Tour 2006 en uno de los mejores momentos de forma de toda su carrera, era consciente de la importancia del momento y de que no podía desaprovechar esa oportunidad (para Jan, todo lo que no fuera ganar el Tour era sinónimo de derrota, es lo que tienen los grandes). Fue vilmente expulsado el día antes del comienzo de la ronda gala, sin más pruebas que los chismorreos que circulaban por las agencias de noticias y el entorno de la carrera. En esa edición podría haber conseguido su octavo podio del Tour, y en la de este año, comparando su clase y condiciones con las del resto de favoritos, el noveno. Ello habría supuesto el récord histórico de la prueba, superando los ocho que ostenta el legendario Raymond Poulidor (con quien se le comparó en incontables ocasiones debido a la 'fijación' de ambos con el segundo escalón del podio de París; Poulidor en tres ocasiones, Ullrich en cinco). No le dejaron.

Por otro lado, no ha sido el primer corredor del que se conozca una vida desordenada ni será el último, pero quizá sí haya sido el primer ciclista que ha tenido una vida desordenada, ha descuidado los entrenamientos y... ha sido un verdadero campeón. Ahí reside parte de su grandeza, en esa desgarradora humanidad que tanto se agradece cuando es apreciada en un genio.

Esa humanidad que muchos advierten en la falta de entrenamiento, su sobrepeso de todos los inviernos (míticas apariciones mostrando una panza prominente y pasadísimo de kilos en carreras que afrontaba como rodaje de cara al Tour, su gran objetivo), su gusto por la buena vida y las juergas nocturnas y los errores tácticos en momentos claves, se refleja también en su trato cercano con el público, su enorme carisma, su vasta legión de seguidores y, por supuesto, su nobleza y caballerosidad tanto dentro como fuera de la carretera (por ejemplo, cuando esperó a Armstrong después de que el estadounidense sufriese una caída el día que ambos se jugaban el Tour de 2003).

No quisiera entrar a mencionar los fríos números de la estadística (palmarés, puestos...), pues no es ése el propósito de este escrito y esa información está al alcance de cualquiera; pero sí me gustaría formular una pregunta: ¿qué no habría logrado con una dedicación absoluta a su deporte? Como cantaba Bob Dylan, "the answer, my friend, is blowing in the wind...".

Escribo 'dedicación' porque, a mi entender, la pasión, al menos en competición, sí que la transmitía. En sus 12 años de carrera profesional al máximo nivel (los que han logrado mantenerse a ese nivel durante tantísimo tiempo se pueden contar con los dedos de una mano), batiéndose con -y batiendo a- numerosas generaciones de ciclistas que iban desapareciendo mientras él se mantenía en la élite, teniendo que resurgir de sus cenizas en ocasiones (1999 y 2002). En sus ataques a más de 50 kilómetros de meta. En su admirable empeño por intentar destronar a Armstrong un día sí y otro también, mientras el resto de candidatos (estos sí apasionados del ciclismo con entrenamientos programados al milímetro) se dedicaba a mirar cómo arrancaba e intentaban 'chupar' rueda. ¿Quién hará eso ahora? Ya me imagino finales al esprint entre un grupo de 15 'elegidos' en las etapas de montaña. En un ciclismo prácticamente huérfano de talento como el que nos queda tras la retirada del teutón, el panorama es desolador.

Jan sí que era un verdadero elegido, un ídolo. En su Alemania natal fue venerado hasta el extremo y celebrado como 'Deportista Alemán del Siglo'. No en vano, es el único ciclista alemán que ha ganado el Tour.

Su carrera como profesional comenzó en 1994 a los 20 años (con 19 fue campeón del mundo amateur), y, debido a éxitos tan precoces como ése, desde tan joven se le exigía no sólo que ganase unas cuantas veces todas las carreras habidas y por haber, sino que también le obligaban a ser un personaje popular que apareciese continuamente en primera plana. Se analizaba con lupa todo lo que hacía, tenía que ser un robot infalible para todas las tareas que debía cumplir: ruedas de prensa, apariciones en televisión, compromisos publicitarios con marcas comerciales de prestigio internacional... y, por si fuera poco, entrenamientos y competición. Había que ganar. O, más bien, arrasar.

Toda esa terrible presión de los medios sobre las fornidas espaldas de un joven tímido e introvertido sin ninguna ambición mediática acabó por desbordarle y es responsable directa de su particular 'pudo ser y no fue'. Como también lo es de su retirada, pues los mismos que le elevaron a los altares y se aprovecharon de sus triunfos para llenar las arcas con subvenciones, fueron los que le acabaron hundiendo -primero- y escupiendo en su pozo, después.

Merecedora de otro discurso sería la cuestión de por qué la práctica totalidad de los ciclistas implicados en la 'Operación Puerto' recibieron el apoyo incondicional de sus federaciones y obtuvieron fácilmente las licencias oportunas para seguir compitiendo y por qué a Jan Ullrich, víctima de un complot vergonzoso, se le ha perseguido ferozmente cual criminal desde las federaciones alemana y suiza sin concederle eso que... ¿cómo se llamaba? ¡Ah, sí!, la presunción de inocencia, pues, a día de hoy, siguen sin haber más pruebas que los rumores y difamaciones contra su persona. Querían que se marchase y lo han conseguido a base de cubrir su imagen con todo el estiércol que han podido y mucho más, es el único que ha pagado por el escándalo. Le han hastiado del ciclismo.

La tristeza y la rabia me invadieron al conocer la pésima noticia de la retirada de este gigante del deporte, porque no tenéis idea de lo muchísimo que le debe el ciclismo a Jan Ullrich, tantos días de gloria, unas veces acompañados de la victoria, otras casi.

Especialmente me ha dolido la manera tan miserable en la que le han obligado a retirarse.

Una manera que no mereció jamás.

Esto último va para ti, Jan:

ojalá que el tiempo haga justicia y se te recuerde como el gran campeón que eres, porque eso es lo que mereces. Ten la conciencia tranquila y la cabeza bien alta porque tú, con la nobleza y el espíritu de lucha que siempre te han caracterizado, has ayudado sobremanera a engrandecer el deporte. La mejor de las suertes en tu nueva vida, 'Ulle'.

Para el deportista que más he admirado, admiro y admiraré jamás.